Tu voz la
herramienta,
el dardo aterciopelado,
de tu inteligencia hecha materia,
que hacía diana en mi corazón,
en mi conciencia,
y de pronto:
tus palabras eran mías,
tus pensamientos mis pensamientos,
y me alegrabas el momento
las noches o los días,
y tu voz ¡Oh tu voz!
tu voz seguía,
plena de honradez,
de hidalguía,
de ternura,
de ironía.
Te recuerdo Felipe
te recuerdo con pesar
y te doy las gracias por ello:
porque el mundo fue un poco mejor contigo,
porque el mundo es mucho peor sin ti,
hombre de mirada sabia,
padre regañón,
juglar de la vida,
paladín del amor.
Supiste encenderme,
sin falsos apostolados,
sólo con el corazón,
lejos del balido apóstata,
del periodismo local,
partidista, interesado,
sólo con el privilegio de tu voz,
bizarra,
de matices brillantes,
y de contenido aún mejor. |